Mientras bailamos, puedo sentir su mano firme en la espalda. Me controla y me lleva.
Su cuerpo avanza hacia el mío, avasalla mi espacio y me dejo ir. Los pies se entreveran y la falda se desliza en el aire siguiendo los movimientos. Arrastro el zapato con delicia hacia el otro que me espera; percibo la sincronía que sella los espacios vacíos.
Las pausas son tensas para explotar en la energía del baile que se desenfrena, en tanto la mente se obnubila y desaparece.
1 comentario:
Fué toda una sorpresa nos sabía que bailabas y en poco tiempo aprendiste mucho!!
Me gustó mucho disfruté de la música y de verlos bailar.
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