Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

viernes, 14 de agosto de 2009

Las mil caras del gato


Se sienta junto a la ventana para ver los pájaros que pasan volando. Los observa y se agazapa; nunca estuvo cerca de ninguno, pero su instinto le dice lo que tiene que hacer.

Pasa horas durmiendo y lo único que cambia es el lugar o la posición. A la mañana es en la cama, a media mañana está sobre el escritorio al lado de la computadora, a la tarde se acuesta en el banquito y a la noche otra vez en la cama. Cuando hace frío y estoy trabajando, me pide para subir a mi falda, pero no dura mucho porque quiere apoyar su cabeza en mi brazo. Entonces cuando lo muevo para escribir, se enoja, me muerde y vuela.

Durante la mañana, cuando estoy en casa trabajando, de repente escucho un alarido lastimero. Es la señal. Me levanto, lo busco en la habitación, donde lo encuentro acurrucado; me acerco para tocarlo y sale corriendo. Ahí comenzamos con el juego de la pelotita de papel metálico. Se agazapa en la puerta del baño, espera la pelota y la ataja o salta sin agarrarla; entonces la busca, viene corriendo y me la tira cerca para volver a la misma posición anterior.

Si tengo que salir, a medida que me visto voy y vengo de la habitación al comedor, del comedor a la habitación y siempre que me doy vuelta está atrás acompañándome o después de bañarme, me lo encuentro en la puerta esperando a que salga.

Es tierno, es juguetón, es caprichoso, es irascible, es mordedor, es mi pequeña pantera.

miércoles, 12 de agosto de 2009

En ciernes

La música retumba en mi cabeza y mis sentidos giran en torno a un mar de imprecisiones y de locuras fustigadas por una orden que estalla en mis oídos. Aunque cierre los ojos, no hay un centro que me permita mantener el equilibrio de los razonamientos que me invaden en ecuaciones de sensaciones imprecisas. Los algoritmos se suceden en hileras serpenteantes como cadenas de ADN que me estrangulan o presionan sobre mis órbitas para quedar impresas sobre la piel como venas que sobresalen y quieren explotar. La sangre se acumula sobre una hipófisis satura de correcciones, mientras los oídos se contorsionan al ser heridos por el chillido gutural del monstruo de tinta negra.

jueves, 6 de agosto de 2009

Avalancha


La avalancha cae sobre mí,
blanco, blanco me rodea,
la nieve entra por mi boca, mis orejas,
el frío atira mi cuerpo,
mis ojos se blanquean y duelen,
los pensamientos se llenan de blanco,
de nieve y de frío.
Ya nada funciona:
el cuerpo inerte, los sentimientos abotagados.

El pétalo se disuelve en una mancha de sangre.

(La escribí hace muchos años. Encontré la foto y pensé en mi caja de recuerdos poética.)