Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Instinto

La loba salió de su cueva y quiere sangre.
Había sido atacada la noche anterior y había mordido. La sangre que se escurrió entre sus dientes la inyectó de un salvaje placer. Sus gemidos se extendieron en la oscuridad; había recobrado su impulso asesino. Sedienta, temblorosa, jadeante inició la búsqueda de una presa.
Ahora olfatea el sabor acre y se dirige hacia las cataratas. Sus huellas se apresuran; sienten la urgencia de clavar sus uñas sobre un cuero tierno, que penetren entre la masa carnosa y se unten en la materia sanguinolenta. Puede percibir sus dientes húmedos antes de llegar sobre el cuerpo, mientras sus ojos amarillos se cierran al contacto placentero de su comida.

viernes, 25 de diciembre de 2009

David Vincent los ha visto


"Los invasores, seres extraños de un planeta que se extingue. DESTINO: LA TIERRA. PROPÓSITO: ADUEÑARSE DE ELLA. David Vincent los ha visto. Para él todo empezó una noche en un camino solitario, cuando buscaba un atajo que nunca encontró. Empezó con un merendero cerrado y abandonado; con un hombre tan fatigado que no podía seguir viajando. Empezó con la llegada de una nave de otra galaxia. Ahora David Vincent sabe que los invasores han llegado, que han tomado forma humana. De algún modo, debe convencer a un mundo incrédulo de que la pesadilla ya ha comenzado."
Presentación de la serie "Los invasores"

Sabía que él los estaba buscando y que podía reconocerlos. Por eso ideó apoderarse de la presidencia. De esa forma, cualquier puesta en duda de su identidad provocaría que lo tomaran por un loco que iba en contra del orden establecido, un desaforado que intentaba destruir las bases de la sociedad occidental.
Incluso ya con su investidura presidencial buscó incentivarlo. Todos sus viajes eran minuciosamente registrados por los medios de comunicación; hasta las escenas más íntimas y familiares eran retratadas en imágenes y en segundos circulaban a gran velocidad a tráves del orbe. Llegó a pagar grandes sumas para asistir a eventos y recibir premios internacionales. Pero nada de eso consiguió sacarlo a la superficie. Era como un gran tiburón blanco al acecho.
Al principio, esta situación le había generado una sensación triunfal, la cual poco a poco se estaba convirtiendo en su peor amenaza. Las primeras reacciones se manifestaron cuando comenzó a mirar entre la multitud buscando algún indicio, algo que le señalara que estaba ahí. Después el miedo fue invadiendo su mente y cada vez que salía era una tortura, como si cada paso fuera sobre un camino de brasas. Luego siguió la desconfianza hacia todos los que lo rodeaban, por lo que dudaba aun de lo que veía; sus propios hijos eran pequeños autómatas programados para eliminarlo. Por eso, estaba ahí parado en su oficina esperando que apareciera. Había solicitado a su secretario personal que lo buscara para una entrevista privada. Lo único que podía hacer era enfrentarlo.