Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

sábado, 30 de mayo de 2009

Los cuatro jinetes

Ya llevaban un mes cabalgando desde que habían dejado la gruta; sin embargo, la postura era firme y severa sobre el caballo, cuyas patas con músculos que se marcaban en cada movimiento atronaban el suelo desértico.
El jinete de la guerra cubrió su cara con la capa roja. Sus ojos inyectados se asomaban para destilar la fuerza de su mirada. A cien metros el campesino quedó paralizado ante la presencia de esas figuras imponentes. En instantes su pelo se transformó en una masa blanca y comprendió que no tendría que haber mirado, mientras su cuerpo se iba convirtiendo en sal.
El jinete negro se detuvo al lado de la estatua blanca recién formada y golpeó la tierra con su espada envenenada. La imagen se quebró y se deshizo; su polvo flotó alrededor del caballero y se dispersó con el viento. En tanto el veneno se extendía por el terreno con un color imperceptible al ojo humano.
El jinete de la enfermedad descendió de su montura, tomó una cantimplora de sus alforjas, la abrió, bebió un sorbó y comenzó a girar sobre su propio eje, mientras su capa lo envolvía y el agua que contenía se esparcía hacia los cuatro puntos cardinales. Una vez vaciada, volvió a su posición natural.
Finalmente, el caballero blanco lanzó un grito de guerra, agitó sus riendas y se dirigió hacia la oscuridad que se avecinaba. Sus compañeros lo siguieron veloces y juntos se internaron en el mundo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Delirios ferroviarios

Siento una mirada que no había vuelto a ver desde que la perdí en un tiempo de deseos no dichos y olvidos desterrados de melancolía. Quiero volver a escribir sobre cientos de pensamientos que se me cruzan en momentos de intranquilidad y también de sosiego. No comprendo mi interior revolucionado por heridas que siguen estando y no puedo ubicar su origen. Son sentidos que se pierden en la insensibilidad, son ruidos que no motivan el movimiento ni encienden luchas ni frentes anteriores. Vagos centinelas se apostan en las murallas que he construido para sobrevivir en una época de inciertos temores y de regresos nunca concretados. Volver la mirada hacia la propia vida, hacia el propio fuego y creer que nada se desvanece en un tiempo pasado. Los recuerdos pueden surgir en nuestra mente, pero en realidad, no existen, incluso son desfiguraciones que nos inventamos; no son las mismas caras y mucho menos son las mismas palabras.

domingo, 10 de mayo de 2009

Mi ángel

No sé si mi ángel de la guarda es alto o bajo, gordo o flaco, rubio, morocho, pelirrojo. Tampoco conozco su nombre ni su dirección ni su teléfono. Pero siento su presencia junto a mí cada vez que abro los ojos.
Estuvo conmigo cuando me operaron y me dieron los resultados de que no había cáncer en los colgajos de piel que me extirparon. Fue el que, cuando decidí tener mi primera relación sexual, me dijo: "Con ése no". También me acompañó cuando recibí el título de licenciada en Letras y es el primero que lee lo que escribo. Es el murmullo del mar que recuerdo de mi niñez y se transforma en gato negro para estar a mi lado mientras duermo.
Es un ángel alerta, que cuida cuando cruzo la calle sin prestar atención, que me acaricia la cabeza al notar que estoy preocupada o que me toma del hombro cuando ve que estoy por avalanzarme sobre la persona que tengo enfrente. Me susurra melodías que no entiendo, me acuna entre sus brazos cuando viajo en tren... es mi ángel sin nombre.