Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

miércoles, 20 de enero de 2010

Un día de Barbie

Acababa de llegar a su casa y estaba cansada. Todavía seguía sin entender por qué la gente la miraba por sobre el hombro y hacía acotaciones del estilo: "Vos que no hacés nada...".
Su día había comenzado a las nueve de la mañana (era necesario dormir ocho horas diarias). Por eso cuando se despertó a las siete y notó que el despertador no había sonado, se quedó con los ojos cerrados tratando de volver a dormirse. Como no pudo conciliar el sueño, se hizo la que dormía; así cumplió la cantidad reglamentaria.
Después se levantó, se duchó, se aplicó todas las cremas habituales y se roció con su body lotion. A las diez tenía que estar en el gym para su rutina matutina, donde ocupaba su mente en contar el número de series que iba haciendo. Salió a las doce después de un baño refrescante. Almorzó en el restaurante vegetariano, que ofrecían esos espárragos que a duras penas podía tragar, sin mucha sal y con una gota de aceite y mucha, mucha agua. Mientras comía, aprovechó para hojear las revistas de moda y enterarse de las noticias.
A la una tenía hora en el spa. Primero el baño de barro, después la limpieza de cutis con un peeling, luego sesiones de electroshock (perdón, electrodos, aunque lo otro quizás le hubiese venido bien junto con una cura de sueño y los enemas que se hacía cada tanto para limpiar su interior físico y espiritual), masajes descontracturantes y piedras calientes. Durante ese tiempo, se relajó y dejó que su mente fluyera libre.
Al terminar salió raudamente hacia su clase de baile; ayer había sido salsa, hoy tocaba tango. Bailó y se divirtió con frescura, siempre pendiente de los pasos que tenía que dar. Por último, en el camino a la peluquería, se compró su body lotion que ya se le había terminado. Su peluquero le brushinó el cabello con un movimiento natural; por suerte no tuvo que teñirse, no le daban los tiempos; la maquillaron y le hicieron las manos.
Ahora eran las nueve de la noche y no sabía qué hacía ahí sentada. Cuando Ken vino a buscarla, ya estaba fabulosamente cambiada. A la fiesta de beneficencia llegaron a las diez. La recibió una mujer vestida con un Donna Karan, que la tuvo quince minutos hablando sobre el compromiso social y el desarrollo sostenible, mientras ella inclinaba la cabeza hacia un lado y le sonreía comprensivamente.

2 comentarios:

Vera Zagui (seudónimo) dijo...

Es una crítica, pero también un elogio. Yo no hice ni la mitad de cosas de Barbie's day, y me implicó todo el día. Considero que es gratificante darse uno de estos días, aunque sea una vez al mes.

ana.ripa@speedy.com.ar dijo...

Hola, Vir!!
Sería espectacular poder dedicarle uno o varios días al cuidado personal para mimar nuestro cuerpo. Me parece que somos abandonados respecto del cuidado del cuerpo, catedral y sostén en la vida de cada uno. Lo de Barbie lo vemos como una exageración que criticamos porque quizá se plantea como único objetivo el cuidar la uña, el culo parado, la obsesión por la celulitis y los kilos de más; pero tampoco es buena la dejadez y el no pensar en nuestro cuerpo con todas sus imperfecciones y necesidades. Me parece que por ser hipercríticos de la Barbie, no consideramos lo bueno y por eso lo ridiculizamos. Todo en su medida y armoniosamente...¿no?
Ana