Me volvieron a encontrar. No es imaginación mía. Estoy segura. Todavía no pude verlos, pero siento el movimiento imperceptible de sus extremidades. Sól falta escuchar el chillido, como una i corta, repetitiva y aguda.
No sé cómo hicieron, pero me ubicaron, como si fueran espías, agentes disfrazados o pequeños móviles controlados a distancia.
Son una amenaza oscura, que aletea en mi ventana, cuyos ojos de roedores reprimidos se convierten en ciegos peligrosos que llevan látigos cercenantes.
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