Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

sábado, 11 de julio de 2009

Mi nombre es Dido

Soy la reina de Cartago. Tengo a mi pueblo a los pies y las tropas obedecen mi voz al instante. Los hombres tiemblan ante mi presencia y las mujeres se inclinan con admiración. Cuando mis pies descalzos se deslizan por la sala, el silencio invade cada resquicio y todos están a la espera de mis órdenes. Junto al trono, hay una espada que empuño con mano firme para establecer mi propia justicia. Soy dueña de la sangre que se derrama sobre mi suelo.
Y ahora mi mente no tiene fuerza para pensar; se sumerge en un torbellino de placer y delirio. El hombre me ha quitado el control de mí misma y sólo me interesa impregnar de sensualidad mi piel. Cuando entra a mi cámara, siento el hormigueo que se va extendiendo desde los pies hasta erizar mis pezones. No consigo dominar el impulso de sentarme sobre su miembro ya erecto y apoderarme de todo su fluido vital.

3 comentarios:

Ana dijo...

Poderosa, vital y volcánica tu escritura: como un orgasmo. Bien, Virnucha.

Marta dijo...

cuantos cuentos y narraciones de todo tipo inspira la pintura. Me pasò lo mismo que a vos, muchas veces y un cuadro me retrotrajo a pasados imposibles pero que quizà me hicieron meter en la piel de aquella musa inspiradora del lienzo. Hay una pelìcula, maravillosa sobre Vermeer y la joven que inspirò el cuadro. Tambièn es muy bella la pelìcula sobre los fantasmas de Goya, con el tema pictòrico y las fantasìas que genera en el observador de una tela, saber què fue del destino de aquella que posò.
Siempre tu escritura es visceral, hermosa y de una perfecciòn de estilo que te caracteriza. Das càtedra. Por què no escribís màs?? este cuento me deja con ganas de una buena historia de ficciòn sobre Dido y el misterioso amante!!!! besotes

Anónimo dijo...
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