Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

jueves, 9 de julio de 2009

La cueva en mis palmas


Extiendo mis manos hacia la pared. Están frías y están solas. Pero cuando toco esas otras no logro percibir ni la presencia ni el tiempo. Son impresiones antiguas, que recuerdan otras manos heladas, que parecen tener escarchas en sus dedos y que impregnan la piel de un sabor intenso que se desparrama entra sacudidas flagelantes.

Observo mi palma desde una distancia atroz y la pintura roja me obnubila, mis párpados ya no tienen fuerza, mis labios no pueden moverse y el silbo del viento obtura mis oídos. Pierdo consistencia y la muralla de piedra deja mi imagen en la superficie.

1 comentario:

Hombre de familia dijo...

Hay algo metafísico: las manos extienden el ser, trascienden el aquí y ahora. No es algo mágico sino real.
Más allá de los colores, las formas y sensaciones el sentido de trascendencia me asusta.