Siento que sobre mi piel unas cosquillas nimeas comienzan a abrasar mis capas internas y mi mente se acelera para descomponerse en millones de imágenes que se entreveran para formar un sólido cuerpo humano.
Las sensaciones se difunden por mi epidermis que se extiende como un manto hacia el exterior, donde penetra el aire que la rodea.
Se expande, se difunde y se contrae súbitamente para estallar en partículas volátiles que inflaman los ojos de los otros, mientras el mar cubre con su silencio la agitación de mi respiración profética.
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