Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Humillada y en huida


Pensó en dejarse caer. Sus brazos mantenían la distancia entre su cara y el barro. Temblaban ante la furia y la impotencia. En esos segundos decidió que no iba a permitir que la estupidez que había cometido en el ataque destruyera todo lo que había conseguido.
Siempre había fantaseado en dejarse morir en combate, pero tolerar que un cobarde la asesinara por la espalda no era una opción viable.
En otras guerras había recibido heridas mortales y las había afrontado; ésta no iba a ser diferente. No tenía armas; sólo le quedaba huir. Quiso rechazar la idea, pero si se quedaba, su cuerpo sería descuartizado por la salvaje espada que ya sentía vibrando en el aire.
Comenzó a tararear una canción antigua, tomó impulso, giró hacia un costado, mientras su pierna izquierda trababa al otro guerrero, se levantó con presteza y desapareció en la selva de granito vegetal.
Humillada por sí misma, siguió caminando, como siempre lo había hecho.

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