Ya es entrada la noche y estoy en medio del bosque. Siento mis piernas cansadas de caminar, pero sé que si me detengo, no voy a poder volver. También tengo miedo de parar; la oscuridad me envuelve y si dejo de hacer ruido con mis pasos, el silencio me va a traer sonidos amenazantes y engañosos.
Por otro lado, quiero tener mi mente ocupada tratando de distinguir el camino por donde voy. Mis pensamientos deben quedarse en la nada para no sentir la muerte que me sigue. Percibo que mi piel se electriza al contacto con el aire y sé que está ahí. No necesito mirar hacia atrás para ver al ángel oscuro. Todavía quiero andar unos kilómetros más. En cuanto tenga coraje, daré media vuelta para enfrentarla en forma directa.
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