Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

sábado, 10 de abril de 2010

¿Con qué derecho?

Siempre supe que mi papá se había suicidado. Incluso cuando era chico mis compañeros del colegio me decían que lo había hecho para librarse de mí, que había preferido la muerte antes que volver a ver mi cara fea otra vez.
En la adolescencia me enteré de que su suicidio había sido producto de un trastorno psiquiátrico y que podía estar latente en mí a través de la herencia.
La evidencia de mi enfermedad la tuve la primera vez que sentí la necesidad de tirarme a las vías ante la llegada del tren. No estaba deprimido ni era especialmente infeliz; sólo estaba esperando en el ánden y mi cuerpo tuvo una reacción instintiva. Era como si la cercanía de la locomotora implicara que debía darle la bienvenida.
Por suerte, mi yo racional tuvo mayor fuerza y mi cerebro hizo que me agarrara férreamente al alambrado que estaba a mis espaldas; de esa forma, los alambres impieron que mi cuerpo se cayera delante del tren.
Así, consciente de la existencia de este suicida dentro de mí, comencé a estar pendiente de sus acciones y a tratar de salvarle la vida cada vez. Fue todo un éxito. Por eso acá estoy con un arma apuntando al interior de mi boca. Ahora me surge una duda: ¿cuál de los dos tiene dominio sobre mi mano derecha?

Gracias por hacerme leer San Manuel Bueno, mártir

1 comentario:

Ana dijo...

¡¡Contundente, Virnis!! Me encantó.
Un beso
Ana