Hoy encontré una flor guardada dentro de un libro. Sus pétalos estaban aplastados entre las hojas y surcos oscuros cruzaban la fina superficie, como venas visibles en una piel recién injertada.
Pensé en la persona que había querido guardar un recuerdo en un objeto muerto y me imaginé a mí misma como un libro que contenía un cáncer expansivo y devorador. Me acordé del miedo que nunca quise expresar y de las páginas que esperaban sobre mi escritorio.
Siento y no siento; hay algo en lo profundo que sale a través de mis ojos, pero que se cierran si son observados, como la Esfinge sin preguntas. Es que no sé si la sangre sigue corriendo en mi interior.
Quizás no escribo para no saber que estoy muerta.
2 comentarios:
Hay recuerdos que son como Jano: son tristes pero guardan, por involucrar a algún ser, lugar o circunstancia más que queridos, una atracción inmortal. Creo, por eso mismo, que deberían estar perdidos o -al menos- bien escondidos como rosas que nos muestran la hermosura que ya fue y el dolor que causaron. Total: de nada sirven porque, efectivamente, ya estamos muertos.
Me encanta tu manera tan dark de escribir, de describir, de narrar...
creo que esa pequeña muerte de ese ser, que somos nosotros mismos, en otra època, en el recuerdo, nos da la poesìa... nos da material para la reflexiòn, la correcciòn de errores, malas actitudes, etc. o simplemente, para escribir...
felicitaciones V. pleasure to read you!
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