Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Caperucita Rota


Esta noche quiero contarles un cuento para que puedan ir a dormir y soñar tranquilos sin escuchar a los murciélagos que intentan entrar por la ventana cada vez que se oculta el sol.
Me imagino que todos se acuerdan del cuento popular de Caperucita y el lobo (no, no, ésa es la versión de la Ciccolina) y todos suponen que tuvo un final feliz. Craso error. ¿Cuántos años tenía Caperucita? ¿Y el final feliz es "...vivió con su familia por siempre feliz"? Ésa es una idea retorcida de felicidad.
Imaginen... luego de una experiencia tan traumática, no podía salir de la casa y quedó en una infancia eterna. Además, después de que el lobo se la metió toda entera, tuvo que ir por años al psicólogo. Y así vivió por décadas: con su familia y sin poder dar un paso sola fuera de su casa. La casa se la habían regalado Hansel y Gretel cuando metieron a la bruja en el horno, así que estiraba la mano y comía chocolate todo el tiempo, mientras miraba La familia Ingalls por televisión.
Ah, la abuela se murió de inanición, porque la única que se ocupaba de ella ya no podía ir. Subsistían con la plata que traía el padre que era leñador, pero la guita desaparecía en manos de los familiares maternos que eran unos vividores, por un lado, y en los obsequios que recibían las amantes de su padre, por el otro. Y ella seguía absorta en el televisor, porque prefería no ver la miseria humana que la rodeaba.
Pero un día dejaron de pasar La familia Ingalls y se pudrió de la boludez ajena. Decidió que era preferible enfrentar al lobo y no tolerar comentarios o actitudes, que si bien no representaban violencia física como el animal salvaje, sí horadaban su espíritu y carcomían cada célula que hubiese podido desarrollarse en su cuerpo.
Miró a su papá que estaba en el sillón durmiendo cual Homero Simpson y pensó: "No necesito de tu plata para ser feliz". Luego dirigió su mirada a la cocina, donde estaba su mamá haciendo la comida y con un vaso en la mano: "No necesito sentirme necesitada para ser feliz". Mientras se dirigía a la puerta se encontró con su hermana mayor y también pensó: "No necesito tu mirada aprobadora para ser feliz". Tomó aire y se sintió liberada.
Todas las personas precisaban que ella fuese así. Por eso debía desprenderse de todos esos condicionamientos y para eso tenía que abrir la puerta y caminar por el sendero del bosque. En el jardín delantero se tropezó con su hermana menor que estaba tirada en el pasto pintando con crayones. No pensó nada; quiso decir algo, pero prefirió asumir su decisión sin hacérsela cargar a nadie.
La primera noche durmió en el bosque arropada por una leve manta. Todo oscuro, ruidos extraños, movimientos desconocidos... la invadió el miedo, pero finalmente pudo dormir un poco a la mañana. Ya más tranquila siguió su caminata y estaba tan bien, tan segura, tan fuerte, que comenzó a cantar... Nunca había cantado así: con espontaneidad, con alegría, con estilo. Escuchó que su voz salía con onda y empezó a bailar; primero sus pies se movieron dando pequeños saltos hacia un lado y hacia el otro; luego fueron dibujando raras coreografías. Algo agarró su hombro y se paralizó.
Cuando la dieron vuelta, se encontró con un lobo feroz que le enseñaba sus dientes... pero tenía los ojos cerrados. En realidad, al abrirlos el lobo se convirtió en un hombre. Escuchaba que sus palabras decían que se había enamorado al escucharla cantar y verla bailar, que no entendía qué hacía con ese show en el bosque donde nadie podía disfrutarlo, que fuera con él a la ciudad, donde podrían vivir juntos y ella podría hipnotizar al mundo entero.
¡ÉSTE ES UN FINAL FELIZ!

1 comentario:

Sole dijo...

Buenísima remake!! He leído varias y esta me gustó de verdad...