Sonríe maliciosamente. Se está acordando de su última revolcada con el Gran Medici. Piensa que su marido no sabe nada; aunque lo supiera, no podría tomar ninguna acción. Él tiene el poder de la ciudad y ella, la fortuna de su familia.
Se ven cada tanto y en esas noches mágicas el tiempo se vuelve eterno. Cuando sus manos se deslizan por sus pechos, es como si el agua del río la envolviera y ya puede sentir cómo su miembro presiona sobre su vientre. Las piernas aprisionan su torso y comienza una cabalgata salvaje. Finalmente, queda exhausta y sudorosa mientras siente la protección de sus brazos.
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