Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

viernes, 11 de enero de 2013

El amante de La Gioconda

Estoy cautivo. Cuando no estoy con ella, todo me molesta. Las grandes cuestiones de Estado quedan eclipsadas y no puedo concentrarme. Me hablan de tasas y veo su lengua que humedece sus labios. Si me comentan sobre la avanzada, discierno su figura desnuda detrás de una columna que se insinúa.
Me observa, me mira, me subyuga. Mis dedos ya no pueden sostener la pluma para firmar para firmar la orden; tiemblan al recordar el contacto con su piel. La pluma se escapa sobre la hoja al percibir su humedad cuando la penetro. Tengo el miembro erecto bajo la capa. Me recuesto contra el respaldo mientras emito una larga exhalación.
Nadie entiende. Piensan que estoy enfermo, pero un placer escurridizo estalla en mi cuerpo.

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