Sólo nada el nadador, porque nunca nada el suicida.
Sol o nada es su elección en el océano de seres.
O sea, no quiere ser ese que es.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Una mujer sobre el asfalto

Cuadro de Melanie Köhle
Había sentido sus manos sobre su cuerpo durante noches enteras. Sus pechos se habían hinchado ante el roce de su piel instigadora. El olor a sexo expelido por ambos se había concentrado en cada objeto de la habitación. Y ahora el amor había quedado entre las sábanas.
Sus palabras fuertes invadían el departamento cuando llegaba del trabajo; los moretones aparecían después de cada acto sexual o solamente después de una mala noche. No existía la tregua afectuosa, ni siquiera una mirada de deseo. Todo era ojos furiosos, dedos impiadosos, golpeteos sexuales violentos.
El cigarrillo en su pierna fue lo último. Ella se levantó de la cama para buscar su ropa que había dejado en la silla junto al ventanal. Él la siguió. No quería que lo abandonara. Era así, pero la amaba como nunca había amado a nadie. Tenía que entenderlo.
No midió su fuerza. No había sido su intención. Quiso retenerla entre sus brazos, pero ella trataba de zafarse. Se le escurría. En medio de los tirones, la zamarreó y con un empujón la alejó de sí. Dio contra la baranda, perdió el equilibrio y cayó.
No se percató del golpe. Sólo escuchó el crujido de sus propios huesos.

2 comentarios:

Plumas dijo...

u_u sera un problema genetico che?

Hombre de familia dijo...

¡¡DE ALGUN LADO TUVO QUE SALIR!! Mentes borrascosas, almas en pugna, la paz no existe. Ese es el resultado.